Imagina ahora por un instante que todas esas ganas, todos esos impulsos "animales" fueran tú lado más salvaje, como si tuvieras una bestia en tu interior, una bestia que muy pocas veces o cuando ya no puedes más liberas. Todos conocemos esa sensación de euforia, placer, éxtasis o como queráis llamarlo ¿Por qué reprimirla entonces? Hoy he llegado a la conclusión de que el autocontrol está muy sobrevalorado, nos hace perder muchas oportunidades; sí, quizás ganemos en seguridad y confianza, pero el riesgo y las emociones cambiantes son muy atrayentes. No deberíamos reprimir a nuestra bestia, deberíamos convivir con ella, aprender a usarla, ser impulsivos por naturaleza y convicción, arriesgarnos en todo, agarrar cada oportunidad y estrujarla entre nuestros dedos, bailar con el momento y, como escribió una amiga mía hace ya algo de tiempo, subirnos en un taxi sin destino prefijado, porque si queremos vivir nuestra historia de película debemos empezar subiéndonos en uno de esos taxis, en ocasiones bastante abundantes, pero en otras muy escasos. Hollywood nos ha malacostumbrados a esos taxis amarillos, pero creo que esa imagen es perfecta, así que deja de pensar, coge a tu bestia de la mano y súbete corriendo al taxi que desees, devora la vida, destroza las calles, muerde cada sensación y desgarra cada momento hasta que quedes exhausto de felicidad. Pero recuerda, no todas las calles tienen taxis, así que aprovecha cada uno de ellos, porque alguno te llevará a tu particular "nunca jamás".
1 abr 2013
Llévate a la bestia en un taxi a nunca jamás
¿Nunca habéis sentido unas ganas bestiales de decir o hacer algo, y no lo habéis hecho por miedo, por quedar bien o por no liarla? ¿No os habéis preguntado más tarde qué hubiera pasado si lo hubieras hecho? ¿No has imaginado entonces todo lo que podría haber sucedido? y por último, pero no menos importante ¿Por qué dejas que estas cosas te sigan jodiendo?
Imagina ahora por un instante que todas esas ganas, todos esos impulsos "animales" fueran tú lado más salvaje, como si tuvieras una bestia en tu interior, una bestia que muy pocas veces o cuando ya no puedes más liberas. Todos conocemos esa sensación de euforia, placer, éxtasis o como queráis llamarlo ¿Por qué reprimirla entonces? Hoy he llegado a la conclusión de que el autocontrol está muy sobrevalorado, nos hace perder muchas oportunidades; sí, quizás ganemos en seguridad y confianza, pero el riesgo y las emociones cambiantes son muy atrayentes. No deberíamos reprimir a nuestra bestia, deberíamos convivir con ella, aprender a usarla, ser impulsivos por naturaleza y convicción, arriesgarnos en todo, agarrar cada oportunidad y estrujarla entre nuestros dedos, bailar con el momento y, como escribió una amiga mía hace ya algo de tiempo, subirnos en un taxi sin destino prefijado, porque si queremos vivir nuestra historia de película debemos empezar subiéndonos en uno de esos taxis, en ocasiones bastante abundantes, pero en otras muy escasos. Hollywood nos ha malacostumbrados a esos taxis amarillos, pero creo que esa imagen es perfecta, así que deja de pensar, coge a tu bestia de la mano y súbete corriendo al taxi que desees, devora la vida, destroza las calles, muerde cada sensación y desgarra cada momento hasta que quedes exhausto de felicidad. Pero recuerda, no todas las calles tienen taxis, así que aprovecha cada uno de ellos, porque alguno te llevará a tu particular "nunca jamás".
Imagina ahora por un instante que todas esas ganas, todos esos impulsos "animales" fueran tú lado más salvaje, como si tuvieras una bestia en tu interior, una bestia que muy pocas veces o cuando ya no puedes más liberas. Todos conocemos esa sensación de euforia, placer, éxtasis o como queráis llamarlo ¿Por qué reprimirla entonces? Hoy he llegado a la conclusión de que el autocontrol está muy sobrevalorado, nos hace perder muchas oportunidades; sí, quizás ganemos en seguridad y confianza, pero el riesgo y las emociones cambiantes son muy atrayentes. No deberíamos reprimir a nuestra bestia, deberíamos convivir con ella, aprender a usarla, ser impulsivos por naturaleza y convicción, arriesgarnos en todo, agarrar cada oportunidad y estrujarla entre nuestros dedos, bailar con el momento y, como escribió una amiga mía hace ya algo de tiempo, subirnos en un taxi sin destino prefijado, porque si queremos vivir nuestra historia de película debemos empezar subiéndonos en uno de esos taxis, en ocasiones bastante abundantes, pero en otras muy escasos. Hollywood nos ha malacostumbrados a esos taxis amarillos, pero creo que esa imagen es perfecta, así que deja de pensar, coge a tu bestia de la mano y súbete corriendo al taxi que desees, devora la vida, destroza las calles, muerde cada sensación y desgarra cada momento hasta que quedes exhausto de felicidad. Pero recuerda, no todas las calles tienen taxis, así que aprovecha cada uno de ellos, porque alguno te llevará a tu particular "nunca jamás".
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)