Existen ocasiones, en las que es cierto que no conseguimos aquello que tanto ansiamos, pero no por ello debemos dejar de luchar por nuestros sueños. Yo, personalmente, me he impuesto unas normas, unos límites que justifican el abandono en dicha batalla, e incluso prohíben que continúe con ese Imposible como meta. Éstas normas son personales, pero quizás puedan servir de apoyo a alguien que quiera descubrir el mundo con otros ojos, o tal vez, no sirva para nada.
Los límites de lo imposible incluyen el parar de perseguir un objetivo si se hace daño a otra persona, si se busca la venganza o se quiere ser mejor que otro, y no mejor que uno mismo, en lo cual consiste la envidia; si el propósito está movido por el egoísmo, la vanidad o el impulso de querer sentirse superior a los demás, olvidando el propio autorreconocimiento; si involucra los sentimientos de otros por los que has luchado y no has recibido nada a cambio, o incluso de los que has recibido únicamente dolor.
Recuerda que todo esfuerzo es poco y si de verdad te importa algo, eres capaz de conseguirlo. Por fortuna, la perseverancia es un don que se nos ha brindado y con él, el tiempo no es impedimento para nada.

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